jueves, 5 de marzo de 2015

De los que no llegan

Hace varios días que vengo pensando en que cada día conozco historias como libros, llenas de sufrimiento y dolor. El punto es que las llegamos a conocer y que llegan a tener al menos oídos y un corazón dispuesto a acompañarlas.

Me cuesta dormirme hace algunas noches pensando que hay de esas historias que nunca llegamos a conocer. Cuantas mujeres viven en soledad la gran decisión de tener que escoger a un hijo que alimentar porque no hay más comida que para uno, o vivir con la amargura de que tu hijo no llegó a nacer porque el enfermero de turno no supo como atender el parto. Quizás vivir con la desgracia de un pueblo que no te acoge por que un miembro de la familia tiene una discapacidad, y producto de esto no puedes arrendar tierra, ni tener una propia, ni agua, ni donde sembrar. O caminar kilometros de kilómetros diariamente en busca de la sobrevivencia, y junto a ello hacer caminar cargados de agua a tus pequeños hijos o de tantos niños abandonados por haber perdido el ganado o haber cometido errores con la siembra a tan corta edad. 

Sé de las historias que llegamos a conocer y que gracias a la compañía de muchos llegan a tener un final más digno y feliz, pero también sé que hay cientos y millones que no llegan a encontrarse con compañía que los aliente y eso, por decir lo menos, me inquieta. 
Me recuerda a un texto de Michel Qoist, que dejo a continuación. 

TAMPOCO AHORA HAY LUGAR.
(Michel Quoist).
Señor, no conseguía dormirme y me he levantado para rezarte a gusto.
Fuera, es de noche, y el viento sopla y cae la lluvia y, taladrando la oscuridad, las luces de la ciudad dicen que fuera hay seres vivos.
Me fastidian estas luces, Señor ¿por qué han tenido que venir a encenderlas aquí delante de mis narices?
Ellas me han despertado, y ahora me retienen cautivo mientras, traidoramente, los sufrimientos de la ciudad desgranan su trágica elegía.
Y no puedo librarme, Señor, conozco demasiado estas torturas y las veo como visiones, las oigo que me hablan, siento sus bofetadas.
Porque yo las conozco, las conocía cuando vine a acostarme.
Sé de una habitación donde se mezcla el aliento apestado de trece gentes amontonadas,
sé de una madre que cuelga del techo la mesa y las sillas para poder extender los jergones,
sé que las ratas se acercan para devorar los mendrugos y morder a los niños,
sé que el marido tiene que levantarse para extender el hule sobre la cama calada de sus cuatro pequeños,
sé de una madre que tiene que pasarse la noche de pie porque no hay sitio más que para una cama y los dos hijos están enfermos,
sé de un borracho que vomita sobre su hijo que duerme junto a él,
sé de un muchacho que se larga en la noche porque ya está harto,
sé que los hombres se pelean por las mujeres, porque tres matrimonios duermen en el mismo desván,
sé de una muchacha que tuvo un niño de su hermano porque tienen 20 y 16 años y no hay más que un lecho,
sé que la esposa se niega al marido porque no hay sitio en la casa para otro niño,
sé que un niño agoniza dulcemente disponiéndose a juntarse allá arriba con su cuatro hermanos pequeños.
Sé todo esto, Señor, y mucho más, conozco cientos y cientos de casos y los sabía ya cuando tan tranquilo me acosté entre mis pulcras sábanas.
Y quisiera no saberlo, Señor, quisiera que todo esto fuese una serie de fábulas, quisiera pensar que estoy soñando, que alguien me convenciese de que soy un exagerado, que alguien me demostrase que toda esta gente tiene la culpa de lo que les pasa, que si son infelices, es porque se lo han ganado.
Quisiera tranquilizarme, Señor, pero no puedo.
Ya es demasiado tarde: he visto demasiado,
he oído demasiadas cosas,
he echado demasiado bien las cuentas,
he hecho números, y ahora las cifras implacables me han arrebatado para siempre mi inocente tranquilidad.


1 comentario:

  1. Tutu, lo que me llama la atención es que, a pesar, de lo difícil que se hace la vida a ellos, en todas las fotos que mandas aparecen niños con caras felices y ojos vivaces.
    Tu dejarás allá además de lo que has entregado, una cuota de esperanza, especialmente a aquellas madres y hijos con problemas de capacidades diferentes.
    Un beso para ti y fuerza en tu dia a día.
    Que el señor te cuide y siga entregándole bendiciones

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