La desnutrición aún es un problema real e importante en Etiopía y en muchos países de Africa. Muchas de las madres y familias etíopes siguen teniendo que aceptar la muerte de un hijo por falta de alimentos o el hecho de tener que escoger por uno de los dos mellizos para alimentar o drásticamente tener que entregar a sus hijos a otros. Aquellas familias que logran llegar a alimentar a todos sus miembros deben realizar un gran trabajo para hacerlo: sus hijos desde los 5 años cuidan animales y sus hijas deben caminar varios kms cargadas de agua día a día.
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A Burtukan la conocí la primera semana que llegué aquí. Era sábado. Fuimos con Lydia a visitar la casa de Amanuel, uno de nuestros niños de la sala especial. Tiene 7 años y parálisis cerebral. Los visitábamos porque la madre estaba enferma y estaban aproblemados ya que por tener un hijo con discapacidad, no les arriendan casa con los servicios básicos, viven sin agua, sin luz y en un espacio en el que no pueden plantar ni trabajar la tierra, por lo que no tienen comida.
El escenario era desolador, una pieza oscura de unos 4m2, la madre ciega y en ese momento llevaba dos semanas con gastritis y comiendo injera (la comida principal y exclusiva de Etiopía una especie de panqueque hecha de un grano fermentado, el teff). Usualmente la injera se come con rellenos en base a granos y picantes como el garbanzo y la pimienta, pero en este caso solo había agua y sal. En la esquina medio escondida había una pequeña niña que tenía 2 años y medio pero parecía de uno. Era Burtukan. Tenía ojitos caídos y cara triste. En mi intento por alegrarla le hice miles de muecas y nada… El que mejor estaba era Amanuel.
Intentamos que la mamá trajera a Burtukan a la guardería, algunos día venía, luego faltaba una semana completa, en fin, no era muy efectivo. Paso el tiempo y estábamos preocupados de su estado nutricional y emocional, e animábamos una y otra vez a su madre a que la trajera.
Desde hace dos semanas, frente a la falta de comida se decidió a traerla. Burtu se incorporó a la sala especial, ya que está con un retraso en el desarrollo por desnutrición. Los primeros días su carita triste no se modificaba, era como un pequeño adorno, la ponías de un lado a otro y nada.
Han pasado dos semanas, y Burtu come con más animo, por la mañana toma desayuno, a media mañana las cuidadoras le dan plátano y por la tarde un almuerzo nutritivo.
Hoy bailamos y pasó algo que, personalmente, venía esperando desde el día en que la conocí: por primera vez vimos su sonrisa. Hicimos una ronda y era como si por fin estuviéramos encontrando la niña que tiene dentro. Amargada por el hambre y su situación, no conseguíamos que sonriera ni un poco. Hoy me puedo dormir habiendo compartido una de las experiencias más lindas del mundo, reconocer a una pequeña niña, que había estado opacada, dentro de ella misma.
La comida es vida, y en Burtu ya se está empezando a notar.